Francisco Javier Salazar Arboleda

Francisco Javier Salazar Arboleda

Poeta, Estadista, Militar y Literato Ecuatoriano cuyo nombre completo es Francisco Javier Salazar Arboleda

Ecuador 1824 - 21 de septiembre de 1891

4 Poesías de Francisco Javier Salazar Arboleda

Poemas más populares de Francisco Javier Salazar Arboleda


Soneto en un aniversario

Vuelves, oh sol, a señalar el día
en que viste pasar con raudo vuelo
junto a tu esfera, en dirección al cielo,
al ángel de mi amor y mi alegría;

Y a mí me viste en soledad sombría
puesto de hinojos en el duro suelo,
de la muerte implorando su consuelo
y tan sólo alcanzando su agonía.

Desde entonces, oh sol, es noche oscura
a mis ojos tu luz, y de la vida
la triste senda con mi llanto riego.

Amarga, cual la hiel, me es su ventura,
y un tormento su gloria fementida;
sólo en mi cruel dolor hallo sosiego.


Poema Soneto en un aniversario de Francisco Javier Salazar Arboleda con fondo de libro

Werther

La Aurora.
Yo le miré; cual húmedo rocío
bañaba sus mejillas flébil llanto,
el ¡ay! de la agonía era su canto,
y su albor el pesar triste y sombrío.

El Mediodía.
Yo lo miré; inextinguible fuego
su corazón y su alma devoraba;
el rayo del dolor su faz surcaba.
Mi luz era para él la luz del ciego.

La Tarde.
Yo le miré de palidez cubierto,
de la tristeza envuelto en el sudario.
Anheloso buscando y solitario
la flor de la esperanza en el desierto.

La Noche.
Yo le miré cual sombra fugitiva,
deslizarse veloz por el panteón,
y vi que del amor la llama activa
ardía en su enlutado corazón.


Poema Werther de Francisco Javier Salazar Arboleda con fondo de libro

Plegaria (Salazar)

Si he de seguir en este ingrato suelo
de amargura y dolor,
rasga de lo alto el azulado velo,
¡por compasión, Señor!

Véala yo en el cielo, ángel o estrella,
vaga o radiante luz,
nubecilla, arrebol, paloma bella
anidada en tu cruz.

La hiciste una mañana esposa mía,
y gracias yo te di,
y no expiraba el comenzado día
cuando ya no la vi.

Fui dichoso un instante, y luego, triste,
lloro el perdido bien;
en espinas el mirto convertiste
que ceñía mi sien.

Siempre a mis ojos el diamante brilla
de su anillo nupcial;
mas ¿dónde está su mano sin mancilla,
su mano sin rival?

Mano que de mis labios desprendía
el cáliz del dolor,
y en copa de oro ansiosa me vertía
felicidad y amor.

¡Ah! ¿dónde está la mano milagrosa
que daba la salud
a quien yacía en soledad luctuosa
junto al negro ataúd?

¿Dónde el talle gentil, el rostro bello
que mi alma cautivó?
¿Dónde el dorado undívago cabello
que Venus envidió?

¡Ay! todo se ha acabado, amor, contento,
felicidad de ayer;
ellos pasaron como raudo viento
para no más volver.

Me estremece del día el gran bullicio,
espanto me da el sol;
es de la tarde para mí un suplicio
el plácido arrebol.

Sólo la noche de estrellado manto
alivio a mi alma da;
porque a su sombra suelto libre el llanto
que contenido está...

Al fin, Señor, me oíste; humilde y bella
pidiendo está por mí;
no es nube, ni arrebol, ángel ni estrella
ni lindo colibrí,

es la hermosa virtud recompensada,
el amor celestial;
la heroïca virtud por Vos premiada,
la paz angelical.

Y yo, el polvo amasado con el lloro,
el pobre pecador,
¡ay! no era digno de ese gran tesoro
de santidad y amor!


Poema Plegaria (Salazar) de Francisco Javier Salazar Arboleda con fondo de libro

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